Llega el Conde a su mansión tras un paseo por la ciudad. El mayordomo, atentamente, le abre la puerta, agacha la cabeza y reverencialmente lo saluda diciendo:
- Adelante, hijo de la gran puta, ¿de dónde viene el señor Conde con esa cara de gilipollas amariconado?
A lo que el Conde, sonriente, le contesta:
- Pues de comprarme un audífono, ¡Hijo de puta!
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